Palabra de Dios (Telecinco remake)

Se acercó Sansón al oído de Dalila, la ramera filistea, y mientras ésta dormía le susurró que el secreto de su fuerza suprahumana residía en su pelo.

Ella abrió los ojos y lo miró lánguidamente. El portento estaba apoyado sobre el codo luciendo unas crines salvajes; ella le contestó que el suyo era creerse todas las chorradas que le contaban los judíos que pasaban por su cama, pasarse por alguna lapidación a la semana y nunca trabajar de fiado.

El gorilón se tomó muy a mal aquella respuesta, pues consideraba que él le había confesado un secreto de magnitudes sagradas y ella, o se lo había tomado a guasa o no lo había apreciado y de cualquiera de las maneras no era digna de compartir ya lecho con él. Así que cabreado y soltando un galimatías de insultos, maldiciones y quinielas políticas, se dispuso a vestirse para volver a casa.

A esto que Dalila, (o Vidal, como se hacia llamar en plan artístico) se levantó del camastro en bolas, saltó al suelo arenoso y le espetó: ¡mira figura! Estoy hasta la breva de aguantar mamarrachos como tú, hace un calor del carajo, y si te crees que tu pelo es la caña de Judea la llevas guapa.

Sansón lloró como un niño a los pies de su mujer mientras le confesaba todo. Lloró tanto que se le llegó a correr el rimen y para cuando los filisteos vinieron a darle su merecido por lo de la Vidal, daba mas pena que miedo. Así que la banda de filisteos, famosos por sus profundos conocimientos sobre el amor, resolvió en dejarlo en tablas y se fueron a echar una petanca.

De esta manera fue como Dios enseño al hombre a cuidarse un poquito más a diario y a cuidar su pelo a la imagen y semejanza de sus mujeres, allá por los tiempos de Vidal & Sansón.